AL BORDE DEL ‘IMPEACHMENT’
Por José López Zamorano
Un “impeachment” o juicio político es cosa seria. En los 242 años de
historia de los Estados Unidos sólo se ha iniciado el proceso contra
cinco presidentes, incluido Donald Trump, aunque las acusaciones contra
funcionarios civiles menores –jueces, legisladores– han sido más
numerosas: arriba de 60 casos desde 1789.
La barrera para consumar la destitución presidencial es alta. No sólo
se requiere de una mayoría simple en la Cámara de Representantes para
determinar si procede el “impeachment”, sino de una mayoría calificada
de dos terceras partes en el Senado (67 de los 100 votos) para consumar
el despido presidencial.
Sólo en
dos casos presidenciales los artículos de destitución fueron aprobados
en la Cámara Baja, para ser girados al Senado, donde tiene lugar el
“juicio político” de destitución, presidido en un proceso solemne por el
presidente de la Suprema Corte de Justicia. Si se le encuentra
culpable, el presidente es sustituido por el vicepresidente.
William Jefferson Clinton protagonizó el más reciente de los casos de
“impeachment”. En 1998, la Cámara de Representantes aprobó los dos
artículos de destitución por perjurio y obstrucción de la Justicia,
relacionados por el escándalo de su relación extramarital con Mónica
Lewinski. Por 45-45 fue exonerado del cargo de obstrucción y por 50-50
en el caso de obstruir la Justicia.
El juicio de Bill Clinton nos enseña una de las grandes lecciones de
la política moderna de los Estados Unidos. Si el público percibe que el
“impeachment” es injustificado o motivado por razones políticas, el
acusado emerge fortalecido políticamente.
Sólo una tercera parte de los estadounidenses consideraba apropiado
consumar el “impeachment” de Clinton. Resultado: en las elecciones del
2000, los demócratas ganaron mas escaños en la Cámara de Representantes y
alcanzaron una paridad 50-50 en el Senado. Clinton, el presidente
teflón, resultó fortalecido políticamente.
Veintiún años después, algunos demócratas albergan temores similares
en el proceso contra Donald Trump. Nancy Pelosi, la presidenta de la
Cámara de Representantes, se había resistido a poner en marcha la
maquinaria del “impeachment”, incluso después del informe Mueller sobre
la injerencia rusa en las elecciones.
Pero la denuncia de un informante anónimo sobre la llamada telefónica
en la que Trump utiliza como pieza de canje la ayuda militar de Estados
Unidos para pedirle al presidente de Ucrania investigar a un rival
político, Joe Biden, fue la gota que derramó el vaso. Unos días después
nos enteramos de que Trump trató de hacer lo mismo con el primer
ministro australiano, a fin de desacreditar la investigación de Mueller.
Las encuestas de medición de la opinión pública muestran un aumento
sostenido del apoyo popular al proceso de “impeachment” contra Trump.
Ahora lo más importante es encontrar la verdad, los datos duros, los
hechos factuales y que sean estos los que definan el desenlace. Debe ser
un voto de conciencia, no de filiación partidista: está en juego la
credibilidad y confianza de las instituciones de la República.